AITOR ZARATE

La generosidad de quien a la cultura la llama por su nombre. La implicación de quien cree en lo que le mueve sin necesidad de rezarle. Solo estudiando luces, sombras. Buscando movimiento, quietud. La forma exacta. La precisión de la palabra correcta que retrata con silencio. La mirada a través de lo que él ve vidrio y el resto pared. Hacer del movimiento algo tan estático como una señal de STOP. De lo veloz algo tan eterno como la muerte. La vida. Una cámara como compañera, como apéndice, como puñetazo y beso. Él y su arte de ser una nevera para el tiempo.

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