AMAIA NABERAN

Quererla es tan fácil como mancharse comiendo un helado de cucurucho. Ella pinta acuarelas porque siente el arte tan incontrolable como el agua, se eligió a sí misma entre dos nubes sentada en un avión y al aterrizar decidió crear su propia empresa de diseño gráfico. Tiene el norte como un filigrana en la voz, las raíces con mil árboles en mente y el amor yéndose por cada rama que crea incluso sin darse cuenta. Su sensibilidad huele a tortilla de patata y te alimenta con tan solo respirar a una caricia de su pelo. Su honestidad tiene un piercing en los dientes y una lengua que sabe de ternura en varios idiomas. Amaia es una de esas personas que vienen a enseñarte lo que una vez cantó Fito. Es cerca del final donde todo empieza.

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