CRIS IBARRA

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Tiene dos piedras de sodalita afiladas y redondas bajo las pestañas, en su nariz un piercing tan redondo como lo es el tiempo a su lado, y en la sonrisa una niña que nunca quiere irse a casa. La guitarra y ella se aprendieron a solas y ahora se hablan en tres idiomas, salen a jugar juntas a la nieve y hacen covers de las fiestas que nos perdimos por decreto de pandemia. Cris es la mujer del lauburu en el cuello y en la garganta la voz de canto rodado, de río, de caricia y corriente. Es el cariño en su hábitat natural cuando entra a un camerino y se sabe en casa y familia, la lealtad a una tierra que rebota en su acento, la alegría dando saltos, la calidez dando comba. La mujer de la energía incombustible que sigue siendo preciosa desmaquillada al final del día, de la pelea diaria por creer en la cultura. Cris es una fuente de agua fría en un parque de agosto.

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