JON MOLINOS

Su risa podría resucitar dinosaurios, su voz crearles cuevas en una Atlántida a diez metros por encima del mar. Nos conocimos en un bar amarillo y desde entonces la vida tiene colores inventados, incluso el magenta. Es la complicidad de los que entran en un bar y se buscan, es la confianza de quien recalcula direcciones para estar contigo y a su GPS le pone tu voz para encontrarte en bicicleta, en moto y en zapatillas. El gesto que es contraseña secreta, el juego de las sillas que inventas para quedarte en la más cercana a su hombro, el audio que envías con más copas que un lavavajillas. Jon es el poema que tiene huesos de canción, el amigo que tiene músculos de soportal en una noche de lluvia, la voz que vive con contagio de escalofrío al momento. En él viven las “O” de la palabra TODO.