Noran

La canción que esperas en el modo aleatorio, el amigo que te espera a ti en el bar de siempre. Esa mirada cálida que te deletrea el verbo «pertenecer» cuando te sientes en una ciudad de nadie. El trabajo que no conoce de estabilidad y el equilibrio de dos acordes perfectos juntos, un ábaco de sílabas para un «cuenta conmigo», centímetros de tacto no dicho en la métrica de una canción. El verano en un chiringuito, el invierno en la radio de un coche, el lunes fregando los platos y el sábado en una plaza donde no son fiestas, son jaias. Las teclas bicolor de Ibai, las cuerdas sin nudo de Íñigo, los golpes multisonidos de Ander, la voz y cerebro de Endika. Ellos son Noran, las cuatros patas para un banco con vistas a la alegría.

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