SUN

La chica de los ojitos de miel tiene la piel color arena a primera hora de la mañana y en la voz se le ha metido el mar. Con un pentagrama pintado en su brazo y muchos más sin colorear todavía en la cabeza, decidió que viviría de la música o no sería vivir. Se marchó a una isla a estudiarla, ha vuelto a su tierra para enseñarla como profesora, confecciona idas y venidas para vestirse siempre con ella. Sobre un escenario, en una clase, en la calle, en la silla que le acerca al piano, en la cama de su habitación mientras compone. Ha venido con Imaginautak a una fábrica reciclada, a una iglesia reconvertida, a un mercado donde el granizo hacía competencia a su micrófono. Siempre sin preguntar por qué ni pedir nada a cambio. Porque ella es la vocación abriéndose paso, el talento que no mira a cámara y germina sin regaderas artificiales, es la naturalidad de risa fácil, la sensibilidad que escribe por encima de la herida, la tirita con cuenta en Spotify. Ella es un meteorito del que ya quisiera venir Superman.

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